miércoles, 6 de junio de 2012

Postales de mi Ciudad

Son casi las diez de la mañana. Avanzo en mi bicicleta de regreso a casa. Voy por la alameda, una de las avenidas más bellas de mi ciudad. Hay algunos faroles encendidos frente a la inspección del trabajo, gente que circula agitada, otra friccionando sus manos, la mayoría fuma. El que más me sorprende es un ciclista, también fuma, lo hace con urgencia, aspirando en forma intensa. Se me imagina que debe tener esas jornadas de trabajo que duran ocho horas ininterrumpidas...o más. Entonces, necesita la nicotina bien adentro, para que el negro sabor del día se instale en esa nebulosa gris que se va dibujando en sus pulmones.

Más allá, lejos de la vorágine de autos y transeúntes amargados, se instalan las esculturas. Permanecen contra lluvia y sol en su actitud pétrea. La que más me gusta es aquella, la de dos amantes, él la abraza por la espalda, aprieta sus manos en el vientre de ella que seguro tiene los ojos cerrados. Él la guía, ella pareciera mantener su mano izquierda sobre el brazo derecho del hombre¿Qué gritarán hacia el cielo los labios de esa mujer?

La belleza de esta escultura consiste en que todo lo da la forma porque los rostros no tienen ojos, nariz, boca, cejas, nada. Las líneas son de tal perfección que se puede percibir el movimiento y la entrega de esos dos amantes abstraídos de lo cotidiano ¿o sería este tipo de cotidianidad la que quería Samuel Román para nosotros?

La poesía de las figuras continúa en mi gente, esa que pedalea triciclos, bicicletas, que barre las calles y conversa una merienda de media mañana con el vaho saliendo de las chimeneas con labios partidos por este frio que se ha dejado caer ya en pleno mes de junio.

Más acerca de Samuel Román aquí http://www.portaldearte.cl/autores/roman.htm